Al héroe Ulises se le estaba complicando el camino de vuelta a Ítaca después de la guerra de Troya. A veces porque se entretenía con magas o con sirenas, otras veces por los peligros a los que se enfrentaba y otras veces más porque el dios del mar, Poseidón, estaba muy enfadado con Ulises y se dedicaba a hacerle imposible la navegación.
Poseidón iba una vez por semana a la isla de Eolo porque era
su mejor amigo. Allí jugaban a las cartas, se divertían y también hacían la
planificación semanal de los vientos que querían dejar salir durante los
siguientes siete días. Pero un día Eolo se enfadó con Poseidón porque el dios
le había hecho trampas a las cartas y decidió gastarle una broma pesada.
Fue cuando apareció por la isla de Eolia el héroe Ulises de
Ítaca, ansioso por llegar a su casa y encontrarse con Penélope. Eolo vio en
Ulises la mejor forma de castigar a Poseidón, que estaba empeñado en que no
volviera a casa. Y así le prometió a Ulises un viento favorable hasta Ítaca.
Como todos los vientos obedecían a Eolo antes que a Poseidón lo tuvo fácil.
- Yo te ayudaré a volver a Ítaca, Ulises- le dijo Eolo
amistosamente.
- Pero es que Poseidón está empeñado en complicarme el
camino y nunca puedo navegar con buen rumbo- contestó Ulises.
- No te preocupes, los vientos me obedecen a mí, no a
Poseidón.
Y Ulises confió en Eolo porque además de dio un saco donde
encerró todos los vientos excepto el viento favorable que le ayudaría a navegar
hasta Ítaca. Con el saco de los vientos bien cerrado para que no se escaparan,
Ulises se volvió a su barco feliz de poder regresar por fin.
- ¿Qué llevas en ese saco?- le preguntaron sus marineros
- No es nada, pero os puedo asegurar que esta vez llegamos a
casa- contestó Ulises.
Pero a los marineros no les bastó la escasa explicación que
dio Ulises y empezaron a sospechar que el saco estaba lleno de tesoros, sobre
todo, porque Ulises no soltaba el saco ni un solo momento. Y es que a veces los
secretos se pueden volver peligrosos.
Mientras Ulises sujetaba el saco con fuerza para que ningún
viento desfavorable se escapara, los marineros le miraban pensando que era un
capitán codicioso que pensaba quedarse con todos los tesoros. Y, por supuesto,
la cosa no acabó bien.
Así que el barco de Ulises volvió a alejarse de su destino y
se quedó navegando sin rumbo durante unos cuantos días hasta que los fuertes
vientos se calmaron. No sabían ni dónde estaban, pero desde luego seguían muy
lejos de Ítaca. Lo que sí tenían cerca era una nueva aventura.
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