Su mamá le preguntó: ‘Hijito, ¿por qué llegas tan contento y
tan altivo?’. El burro le respondió: ‘Ay mamá, sabes que hoy cargué a un
hombre, un tal Jesús, y cuando entramos a Jerusalén todos me decían: Viva,
viva, bendito... viva, viva… y me lanzaban flores y ponían ramos de alfombra a
mis pies. ¿No es tremendo? por fin alguien reconoce todo lo que valgo’.
“Entonces la madre le
dijo: ‘Vuelve otra vez a la ciudad, hijo, pero no cargues a nadie, promete que
no cargarás a nadie más’.
“Al otro día el burro vanidoso fue a la ciudad pero regresó
llorando. Tan triste estaba que su mamá le preguntó: ‘¿Qué te pasa, hijo mío?’.
‘Mamá, nadie se fijó en mí en la ciudad, me ignoraron, pasé desapercibido entre
las personas y hasta me echaron de la ciudad’.
“La mamá lo miró y le dijo: ‘Hijito, ¿tú sabes porqué te
pasó eso? Porque tu sin Jesús... ¡eres nada mas que un burro!’.
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