El dios Zeus estaba encantado porque si los hombres no
tenían fuego, poco podían hacer por ellos mismos y así seguían necesitando a
los dioses. Lo que hacía Zeus era negarles el progreso a la hombres, impedir
que fueran civilizados. Pero un buen día Prometeo se hartó de la situación y
cambió las reglas del juego.
Prometo no era un dios, ni un mortal, ni un héroe. Era un
titán con una enorme fuerza y mucha inteligencia que además era amigo de los
mortales. Él quería que la humanidad pudiera valerse por sí misma y empezara a
progresar, a inventar cosas para poder vivir mejor. Y elemento básico que
necesitaban era el fuego.
Fue el día que Prometeo se encontró a Zeus echando una
siesta en el Olimpo. Zeus tenía a su lado una pequeña hoguera a la que no
dejaba acercarse a nadie. Cuando Prometeo se dio cuenta de que Zeus estaba tan
profundamente dormido que hasta roncaba, se dio prisa. Cogió una rama de un
árbol y la acercó a la hoguera. La rama empezó a arder y Prometeo salió
disparado para entregarles a los hombres el fuego.
El resto fue fácil, porque los hombres cogieron la rama
ardiendo que les dio Prometeo y con ella pudieron hacer muchas hogueras por
todo el mundo para que nunca se apagara. Pero cuando Zeus se despertó de la
siesta y vio a toda la humanidad calentándose y cocinando se enfadó y buscó al
culpable para castigarle.
- ¿Quién me ha robado el fuego?- gritó Zeus. Y el grito
resonó en todo el mundo.
- He sido yo- dijo Prometeo, que no estaba dispuesto a que
otros pagaran su castigo.
Y el castigo fue duro. Zeus encadenó a Prometeo a una roca,
lejos en el Cáucaso. A pesar de que el titán tenía mucha fuerza no podía
soltarse de las cadenas, pero el peor suplicio era que un águila llegaba de
madrugaba para comerle el hígado a Prometo. Por la noche el hígado se
regeneraba y a la mañana siguiente vuelta a empezar con el desayuno del águila.
Así estuvo Prometo años, décadas y siglos. Y todo el mundo
le pedía a Zeus que le levantara el castigo, pero Zeus no cedía porque seguía
enfadado con Prometeo. Tuvo que venir el héroe Hércules, que pasó por aquella
roca por casualidad, para liberar a Prometeo de sus cadenas, aunque Zeus nunca
más volvió a dirigirle la palabra al titán que le robó el fuego.
1 comentario:
Me gustan todas las historias de mitologia y esta es muy bonita.
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