Nacida en
México (1651), Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida en todo
el mundo como Sor Juana Inés de la Cruz, fue una monja y escritora que dio
mucho de qué hablar en su tiempo.
Sor Juana
Inés fue considerada desde pequeña como una niña muy inteligente, un caso
prodigio, pues aprendió a leer y a escribir a los 3 años de edad, cuando la
mayoría de los niños logran ambas cosas pasados los 5 años y en aquella época
muchos no llegaban ni a conseguirlo.
Era una niña
muy activa y curiosa, le gustaba mucho leer y hacer preguntas. Para la época,
no se esperaba que una niña que cuestionara tantas cosas ingresara en un
convento, pero Juana Inés lo hizo.
Se dice que
ella no era realmente una persona religiosa, pero para esos tiempos las mujeres
se casaban a muy temprana edad y, siendo Juana Inés una niña muy inteligente,
prefirió quedarse en el convento para no casarse sin estar enamorada y para
poder seguir estudiando.
Esta decisión
le permitió continuar con sus estudios en lugar de tener que mantenerse en
casa, algo que ella deseaba con muchas ganas porque a las mujeres en aquella
época (aunque cueste creerlo) no se les permitía estudiar más allá de la
educación básica.
Durante sus
años de religiosa tuvo la oportunidad de escribir música, poesía, obras
teatrales y hasta realizó experimentos científicos.
No por ello
Sor Juana se desligó de la vida religiosa ya que, al contrario, muchos de sus
escritos invitaban a la reflexión sobre la religión por los que se metió,
además, en algunos líos, dado que aquel era un trabajo casi exclusivo para los
hombres religiosos.
De hecho, que
Sor Juana Inés insistiera en seguir escribiendo y reflexionando, a pesar de
todas las críticas y amenazas, es la causa principal de que aun la recordemos
en nuestros días, pues abrió paso a muchas mujeres en el camino de la
literatura y la filosofía.
Lamentablemente,
luchar sola contra tantas personas la puso muy triste. Tanto, que un día se
rindió ante las críticas, vendió todos sus libros y le dio ese dinero a los más
pobres para dedicarse el resto de sus días a las tareas más propias de una
monja.
Finalmente,
Sor Juana Inés de la Cruz murió enferma de peste en Ciudad de México, en el año
1695.
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